Empatía, medicina y sociedad
Una característica fundamental de la empatía es que suele ayudar a conectar a las personas con otras. Debido al desarrollo evolutivo de esta capacidad basada en el cerebro, la empatía afectiva, o el intercambio emocional, se produce con mayor facilidad entre los miembros de la misma «tribu». Los individuos tienden a sentir más empatía por los que se parecen o actúan como ellos, por los que han sufrido de forma similar o por los que comparten un objetivo común. Vemos que estos prejuicios se manifiestan repetidamente en las comunidades, las escuelas, los equipos deportivos y las comunidades religiosas. La verdad es que la empatía no siempre es un benefactor de la igualdad de oportunidades (15). Las personas están programadas evolutivamente para reconocer las diferencias y responder a ellas, y las percepciones basadas en la sociedad o la cultura pueden desencadenar miedos subconscientes que amenazan la homeostasis emocional.
Todas las percepciones de nuestro entorno pasan por el tálamo. Desde allí, la amígdala, el sensor de amenazas del cerebro, reacciona a las amenazas, a los estímulos desconocidos, a los miedos condicionados y a las amenazas percibidas en tan sólo 50 milisegundos, mucho antes de que entren en juego los pensamientos conscientes. Cuando estas señales de amenaza llegan al cerebro medio (concretamente a la zona de la protuberancia), se producen reacciones automáticas como la respuesta de lucha, huida o congelación, a menos que haya una aportación cognitiva de las funciones ejecutivas en el córtex prefrontal.
Debido a este sesgo evolutivo, la empatía cognitiva debe desempeñar un papel cuando existe una falta de empatía emocional debido a diferencias raciales, étnicas, religiosas o físicas. Los entornos sanitarios no son una excepción a los prejuicios conscientes e inconscientes, y no hay lugar para la discriminación o la atención desigual prestada a los pacientes que difieren de la cultura mayoritaria o de la cultura mayoritaria de los proveedores de atención sanitaria. Queda mucho trabajo por hacer para que la atención sanitaria sea equitativa para los que la prestan y los que la reciben de todas las culturas. Un sistema sanitario que no valore a su personal y no ofrezca los mismos derechos y protecciones a todos, corre el riesgo de sufrir desgaste, malestar sistémico, agotamiento, pérdida de confianza en el sistema sanitario y deterioro de la reputación institucional. Tales actitudes y consecuencias afectan a los empleados, al personal profesional y, en última instancia, a los pacientes y a la comunidad en general.
Importantes investigaciones sobre la empatía y el altruismo han demostrado que la mejora de la toma de perspectiva, la capacidad de ver la situación de una persona desde su punto de vista, junto con un mayor valor otorgado al bienestar de los que no están familiarizados, puede anular los prejuicios. Por ejemplo, Batson y sus colegas descubrieron que la preocupación empática no se produce necesariamente por la similitud percibida con los demás o por el intercambio afectivo, sino que también puede producirse al valorar el bienestar de las personas que parecen no serlo (16).
En un interesante estudio, Batson exploró la relación entre la toma de perspectiva y la valoración de una persona necesitada. La toma de perspectiva es un precursor bien conocido de la preocupación empática. En el primer experimento, tanto la toma de perspectiva como la valoración eran variables y cada una aumentaba la preocupación empática de forma independiente. En el segundo experimento, la valoración de la persona necesitada fue la única variable independiente. Curiosamente, el aumento de la valoración de la otra persona aumentó la toma de perspectiva y también la preocupación empática que, a su vez, aumentó la ayuda. Podemos concluir de estos experimentos que valorar a una persona necesitada es una variable importante, y en gran medida pasada por alto, y precursora del sentimiento de empatía por esa persona (16).
La empatía es un factor que atrae a los individuos a las profesiones de ayuda y desempeña un papel crítico en la comprensión de los matices de las experiencias de los demás. La empatía es una capacidad compleja que permite a los individuos comprender y sentir los estados emocionales de los demás, lo que da lugar a un comportamiento compasivo. La empatía requiere capacidades cognitivas, emocionales, conductuales y morales para comprender y responder al sufrimiento de los demás. La compasión es una respuesta tierna a la percepción del sufrimiento ajeno. La compasión no puede existir sin la empatía, ya que forman parte del mismo continuo de percepción y respuesta que mueve a los seres humanos de la observación a la acción.
La autoempatía es un área muy descuidada y es necesaria para asegurar que los trabajadores de la salud tengan los recursos necesarios para seguir siendo empáticos con los demás. Los seres humanos disponen de intrincados circuitos neuronales compartidos en las áreas motoras, sensoriales y emocionales (límbicas) del cerebro que les ayudan a comprender la experiencia de los demás, lo que conduce a comportamientos de ayuda. Sin embargo, cuando están emocionalmente sobrecargados, abrumados, explotados o quemados, la capacidad de empatía disminuye como consecuencia del grado de trabajo emocional realizado. Es fundamental que, como profesionales de la medicina y cuidadores, ejerzamos el autocuidado para mantener niveles saludables de empatía.
La antigua pregunta de Platón, «¿Puede enseñarse la virtud?», debe considerarse en la coyuntura actual de la atención sanitaria. Cuando los médicos recién licenciados hacen el juramento hipocrático el día de su graduación, juran proporcionar una atención ética y compasiva a sus pacientes. ¿Qué se puede hacer para garantizar que cumplan su promesa? Comprender que la autoempatía es necesaria para proporcionar una atención empática a los demás es el núcleo de los programas de bienestar que están ganando popularidad en la educación médica. Los programas de desarrollo del profesorado de toda la empresa que incluyen la formación en empatía deben convertirse en una prioridad institucional para preservar y refrescar la vitalidad de nuestro sistema sanitario.
La autoempatía y otras empatías conducen a la reposición y renovación de una capacidad humana vital. Si queremos avanzar en la dirección de una sociedad más empática y un mundo más compasivo, está claro que trabajar para mejorar nuestras capacidades nativas de empatía es fundamental para fortalecer los vínculos individuales, comunitarios, nacionales e internacionales. Como dijo el Dali Lama tan sucintamente, «El amor y la compasión son necesidades, no lujos. Sin ellos, la humanidad no puede sobrevivir» (17). Seamos los ejemplos de atención sanitaria que el mundo pueda seguir.