Todos sabemos que el ejercicio mejora nuestra forma física, pero mantenerse en forma también puede aumentar nuestra capacidad cerebral. No estamos del todo seguros de cómo, pero las pruebas apuntan a varias explicaciones. En primer lugar, para mantener una función cognitiva normal, el cerebro necesita un suministro constante de oxígeno y otras sustancias químicas, que llegan a través de sus abundantes vasos sanguíneos. El ejercicio físico -e incluso actividades sencillas como lavar los platos o pasar la aspiradora- ayuda a que la sangre rica en nutrientes circule eficazmente por todo el cuerpo y mantiene los vasos sanguíneos sanos. El ejercicio aumenta la creación de mitocondrias -las estructuras celulares que generan y mantienen nuestra energía- tanto en los músculos como en el cerebro, lo que puede explicar la ventaja mental que a menudo experimentamos después de un entrenamiento. Los estudios también demuestran que aumentar el ritmo cardíaco mejora la neurogénesis -la capacidad de crecimiento de nuevas células cerebrales- en los adultos.
Independientemente del mecanismo, cada vez hay más pruebas que revelan una sólida relación entre la aptitud física y la función cognitiva. En nuestro estudio de 2014, publicado en Neurology, descubrimos que la actividad física tiene una influencia amplia y duradera en el rendimiento cognitivo. Seguimos a 2.747 personas sanas de entre 18 y 30 años durante 25 años. En 1985 evaluamos su estado físico mediante una prueba en cinta de correr: los participantes subían una pendiente que se hacía cada vez más pronunciada cada dos minutos. Por término medio, caminaron durante unos 10 minutos, alcanzando 3,4 millas por hora a una inclinación del 18% (una colina bastante empinada). Los de bajo rendimiento duraron sólo siete minutos y los de alto rendimiento unos 13 minutos. Una segunda prueba en la cinta de correr en 2005 reveló que los niveles de aptitud física de nuestros participantes habían disminuido con la edad, como era de esperar, pero los que estaban en mejor forma en 1985 también tenían más probabilidades de estar en forma 20 años después.
En última instancia, sin embargo, queríamos saber cómo la aptitud física podría afectar a la agudeza mental en la mediana edad. Así, cinco años después, en 2010, sometimos a nuestros participantes a una batería de pruebas cognitivas que evaluaban la memoria, la velocidad de procesamiento y la función ejecutiva, es decir, medidas de nuestra capacidad para aprender, razonar y resolver problemas. Descubrimos que las personas que estaban más en forma físicamente en 1985 obtuvieron un 10% más de rendimiento en las pruebas en comparación con sus homólogos menos en forma, una diferencia modesta pero importante. El mensaje es claro: para las personas generalmente sanas, hacer ejercicio con regularidad puede mejorar la función cerebral a lo largo de toda la vida, no sólo después de un entrenamiento.
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