O María, tú que te apareciste a Bernadette en el hueco de la roca, en el frío y la sombra del invierno, trajiste el calor de una presencia, la amistad de una sonrisa, la luz y la belleza de la gracia.
En el hueco de nuestras oscuras vidas, en el hueco de este mundo donde el mal es fuerte, trae la esperanza, da más confianza.
Tú que dijiste a Bernadette «Yo soy la Inmaculada Concepción» vienes a ayudarnos a nosotros, pecadores. Danos el valor de la conversión, la humildad de la penitencia y la perseverancia de la oración por los pecadores, que lo somos.
Te confiamos a todos los que llevamos en nuestro corazón, y especialmente a los enfermos y a los que han perdido la esperanza, tú que eres ‘Nuestra Señora del Buen Socorro’.
Tú que guiaste a Bernadette a descubrir el manantial, guíanos hacia Aquel que es la fuente de la vida eterna, Aquel que nos dio el Espíritu Santo para que podamos atrevernos a decir:
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy el pan de cada día, perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.
Salve María llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
Nuestra Señora de Lourdes, ruega por nosotros.
Santa Bernadette, ruega por nosotros.
¡O María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a ti!