Somos unos Estados Unidos divididos.
Ayúdanos a recordar que el experimento llamado democracia no ha terminado; todavía se está probando. Después de 240 años de existencia, los resultados finales aún no están. Todavía nos queda trabajo por hacer. Se extiende ante nosotros, a través de los campos de trigo y los desiertos, desde las montañas hasta las praderas, desde el mar hasta el mar brillante.
En medio de nuestra sensación de victoria, ayúdanos a recordar tu llamada a amarnos unos a otros como tú nos amas.
En medio de nuestra sensación de derrota, ayúdanos a recordar que tú sigues reinando; que sólo tú eres adorado; que sólo tú eres Dios.
Ayúdanos a dejar de lado nuestros propios sentimientos -por muy revueltos y confusos que sean en este momento- para servir a los demás, a nuestras familias, amigos y vecinos, aquí y en todo el mundo.
Ayúdanos a recordar tu elevado llamamiento para que seamos agentes del perdón y la reconciliación, del amor y la paz, de la curación y la esperanza en un mundo oscurecido por el miedo, el odio y la ruptura.
Ayúdanos a reconstruir esta nación buscando tu imagen en el rostro de los demás, encontrando lo mejor de nosotros para servir a los más pequeños, a los perdidos y a los solitarios.
Ayúdanos a recordar las palabras de uno de tus siervos de antaño que nos recordaba que «el amor perfecto echa fuera el miedo». Ayúdanos a perfeccionar nuestro amor.
Somos tu pueblo. Nos conoces con muchos nombres. Tú eres nuestro Dios. Te conocemos por muchos nombres.
Que encontremos fuerza en nuestra diversidad y busquemos el valor para vivir lo que está escrito en cada pieza de moneda de esta nación: En Dios confiamos. En Dios. Confiamos.
Porque sólo en ti podemos vivir con seguridad. Sólo en ti encontraremos la justicia. Sólo en ti conoceremos la paz que supera todo entendimiento humano.
Amén.