Del latín transcendere, que significa escalar, superar o ir más allá, término que describe la relación existente entre dos cosas cuando una es superior y extrínseca a la otra, por ejemplo, Dios y el mundo, el animal y la planta, y el conocedor y la cosa conocida. Implica un aspecto de discontinuidad, hiato o ruptura entre ambas realidades implicadas y el medio de pasar de la una a la otra, y esto tanto en la realidad como en el conocimiento. La trascendencia se opone a la inmanencia, que subraya la permanencia dentro o debajo, aunque ambas pueden considerarse complementarias. Así, Dios es trascendente, ya que está por encima del mundo como ser supremo y causa última; también es inmanente, ya que está presente en el mundo por participación y por causalidad. La noción de trascendencia es básica en la teología y la religión en su tratamiento de Dios y para la filosofía en su tratamiento del conocimiento y del ser.
Como. La comprensión de la noción de trascendencia exige distinguir sus diversas acepciones, a saber, cosmológica, ontológica, epistemológica, fenomenológica y matemática.
Trascendencia cosmológica. El primer significado de la trascendencia es de comparación relativa. Indica una cierta jerarquía, ya sea de lugar o de tiempo, o de ser o de actividad. La trascendencia está determinada por el modo en que una cosa se relaciona con otra y puede llevar de la existencia de la una a la existencia de la otra. Así, «ir más allá» en este sentido sugiere los pasos jerárquicos que se superan en una consideración dialéctica de las realidades desde el tipo más bajo al más alto; por ejemplo, las ideas de Platón que trascienden el mundo de las apariencias. Otro caso es el que se basa en la relación entre efecto y causa; así, las «cinco vías» de Santo Tomás de Aquino concluyen en la existencia de un ser último que, como causa eficiente última, trasciende a todos los seres (véase dios, pruebas de la existencia de). Del mismo modo, se puede establecer la existencia de un ser trascendente sin implicaciones causales (vía eminentiae ). En cada caso hay una trascendencia fáctica en la relación de una multiplicidad de seres con un ser superior más allá de ellos. Esto se opone a la noción de inmanencia cosmológica, que subraya, por ejemplo, que Dios está de hecho dentro del universo aunque sea cualitativamente un tipo de ser superior.
Trascendencia ontológica. La trascendencia se utiliza también para indicar el valor o la cualidad que hace que un ser sea superior a otro y para explicar por qué es así. Se refiere principalmente a los grados de perfección (véase perfección, ontológica). La trascendencia ontológica se refiere, pues, a lo que está por encima de la media o de lo normal, y está determinada por lo que la cosa trascendente es en sí misma o en su valor ontológico. Dios es trascendente como el ser que es más grande en la perfección, considerando esa perfección absolutamente; toda limitación en la perfección le es negada (via negationis, via remotionis ).
Trascendencia epistemológica. La trascendencia significa también lo que está más allá del pensamiento como su objeto, es decir, algo conocido o conocible por el hombre. La trascendencia epistemológica significa «ir más allá» de la mente, ya sea (1) a algún ser conocido como objeto existente en la realidad, (2) a alguna realidad más allá de los datos de los sentidos, como una sustancia subyacente o el ejercicio de la causalidad, o (3) a algún ser por encima del mundo, como Dios. Se opone a la inmanencia del conocimiento, es decir, al encierro del ser en la mente, y frecuentemente implica un rechazo del fenomenalismo, el materialismo y el naturalismo.
Trascendencia fenomenológica. La trascendencia también significa algo más allá de la conciencia como su objeto. La trascendencia fenomenológica destaca el valor de la intencionalidad en el sujeto conocedor y asegura tanto la objetividad de la actividad de conocer como la realidad objetiva de la cosa conocida. Analiza la subjetividad humana para descubrir los contenidos de la conciencia del hombre y sus fundamentos extramentales. La trascendencia fenomenológica pretende así superar las dificultades de la crítica de la razón que conducen a la inmanencia epistemológica.
Trascendencia matemática. Finalmente, la trascendencia se utiliza en matemáticas para designar funciones y números transfinitos o indefinidos según normas operativas particulares. Así, se define un número trascendental como un número que no es raíz de una ecuación algebraica con coeficientes racionales.
Problema de la trascendencia. El problema de la trascendencia consiste en averiguar si existe un ser absoluto trascendente y, en caso afirmativo, en determinar qué es este ser y por qué es más alto y mejor, pero conocible, o enigmático pero alcanzable. El absoluto que se concibe como trascendente puede considerarse de muchas maneras, a saber: (1) simplemente como una naturaleza más perfecta que se aparta de este mundo (Platón); (2) como una justificación del valor del conocimiento humano en su verdad, necesidad y certeza (San Agustín); (3) como la causa de este mundo en su comienzo y en su permanencia, tanto en lo que se refiere a su existencia como a su esencia (San Tomás de Aquino); (4) como la causa de este mundo en su existencia. Tomás de Aquino); (4) como el objeto implícito en la conciencia humana que exige la presencia del otro, es decir, como causa y horizonte del sentido en la propia conciencia (fenomenología); o (5) como la realidad infinita explícita que está implícita en cualquier conocimiento o expresión relativa al universo finito (St. Bonaventura).
Los movimientos dialécticos y los procesos de razonamiento que conducen al absoluto como un existente cuya realidad no puede ser negada varían según el marco en el que se desarrolle el pensamiento sobre lo trascendente. Tal indagación es prominente en el pensamiento contemporáneo, con su preocupación por la cuestión ontológica de la existencia extramental y la cuestión epistemológica conexa de la posibilidad de conocer algo más allá de la conciencia. Sin embargo, tanto en el pensamiento contemporáneo como a lo largo de la historia, los filósofos varían mucho en las soluciones que ofrecen.
Soluciones históricas. La mejor manera de examinar las diversas teorías de la trascendencia es en términos de las respuestas de los filósofos a las preguntas relativas a la posibilidad de que la mente se trascienda a sí misma (1) para conocer cualquier cosa que no sea ella misma, (2) para conocer la sustancia o el alma, y (3) para conocer a Dios.
Objetos más allá del pensamiento. ¿Existe alguna cosa u objeto más allá del pensamiento? «Un au-delà de la pensée est impensable» expresa la respuesta negativa de E. le roy y de L. brunschvicg. Los pensadores griegos, como Platón y Aristóteles, y los medievales, como Buenaventura, Santo Tomás y J. duns scotus, aceptaron como un hecho que el conocimiento puede captar las cosas existentes en el mundo. La filosofía moderna, a partir del reflexivo Cogito, ergo sum de R. Descartes, introdujo un abismo entre la mente como espíritu y la materia como extensión. La objetividad del conocimiento tuvo que ser certificada o garantizada por un poder superior que no dependiera de la propia actividad de conocer. La actitud agnóstica del empirismo británico tuvo su influencia en el fenomenalismo de I. Kant, que limitó el conocimiento válido a los fenómenos de la percepción sensorial verificable.
La teoría de la intencionalidad desarrollada por Santo Tomás sirvió como explicación metafísica de la naturaleza del conocimiento. Su teoría de la reflexión sobre la actividad de conocer y su sujeto también proporcionó los medios psicológicos para verificar el conocimiento mediante un proceso dentro del rango de la actividad humana. La fenomenología contemporánea, readaptando la teoría de la intencionalidad, busca recuperar la objetividad del conocimiento mediante una reflexión sobre la subjetividad; ésta se abre, a través de la intencionalidad, a la objetividad misma. Tal intencionalidad asegura la presencia del objeto conocido como algo en la realidad y evita las formalidades kantianas de la sensación y el pensamiento que sirven como sustitutos de lo existente en la elaboración del conocimiento. La dicotomía sujeto-objeto, con su hiato que exige un salto del yo al otro, es allí sustituida por un binomio subjetividad-objetividad que se vincula, desde dentro, por la intencionalidad.
Sustancia y Alma. Los pensadores antiguos y medievales aceptaron en su mayoría la posibilidad de que la mente humana captara principios intrínsecos o factores transfenoménicos en el universo. Sin embargo, a finales de la Edad Media, como se ve en william de ockham y nicholas de autrecourt, propusieron teorías que cuestionaban el poder de la mente humana para captar los universales, la sustancia subyacente y los principios intrínsecos como el alma. La historia del concepto de sustancia desde R. descartes hasta D. hume muestra de nuevo una lenta desintegración de la noción y un cuestionamiento de su validez. Con Kant, el conocimiento teórico de cualquier objeto no verificable por la percepción de los sentidos se hace imposible. El problema crítico de la posibilidad de conocer la cosa-en-sí-misma o sus principios subyacentes se ha acentuado con las posturas escépticas de los partidarios del positivismo lógico y del análisis lingüístico.
Dios. ¿Puede la mente trascenderse a sí misma para conocer algo más allá tanto del mundo de la realidad material como de sí misma, a saber, Dios? De nuevo, las teorías de la intencionalidad y la autorreflexión tratan de asegurar la objetividad del conocimiento y de extender su validez hasta el ámbito de lo inmaterial. Sin embargo, el Dios sugerido en Platón y Aristóteles y afirmado como descubrible por los pensadores cristianos medievales ha llegado a considerarse lentamente como algo inalcanzable. Las razones alegadas por los pensadores posteriores incluyen que tal ser no tendría sentido como objeto de pensamiento o sería irrelevante como explicación del universo o simplemente implicaría una contradicción. De nuevo, parece que ya no se siente la necesidad de apelar a Dios para explicar o justificar el mundo. La elección básica se ha convertido en la de Dios y el yo: la existencia de Dios parece implicar, para algunos, una alienación y un menosprecio del yo. Así, el agnosticismo y el ateísmo se han desarrollado como rechazos modernos de la trascendencia.
Por otro lado, la existencia de un Dios trascendente se afirma en las muchas formas de trascendentalismo religioso y filosófico, aunque con grandes variaciones en cuanto a la conocibilidad de Dios. Algunos, considerando que Dios es conocible sólo por medio de la negación, sostienen que no puede conocerse nada positivo sobre Dios; otros, considerando que Dios es conocible por analogía y por causalidad, sostienen que Dios es conocible como un ideal hacia el que el hombre debe tender; otros, considerando que el conocimiento humano es una simple participación del conocimiento de Dios, sienten que una comprensión adecuada de Dios es alcanzable a través del desarrollo de las percepciones humanas; y finalmente algunos, desesperando de alcanzar a Dios a través de la razón, buscan el camino hacia un Dios trascendente a través del corazón y de las emociones humanas.
Las «cinco vías» de Santo Tomás sirven de base para desarrollar un conocimiento de Dios por la vía de la causalidad, de la remoción y de la super excelencia y mediante el uso de la analogía de la atribución, de la participación y de la proporcionalidad. Los filósofos personalistas y existencialistas contemporáneos, evitando los problemas que plantea la causalidad y comenzando su filosofar con las cosas y los objetos, intentan desarrollar pruebas de la existencia de Dios mediante la reflexión sobre la persona y la conciencia. Mientras que para los filósofos modernos la noción de un Dios trascendente era inaceptable, para muchos pensadores contemporáneos la afirmación de un Dios trascendente vuelve a considerarse significativa y legítima. El Dios ontológico de los filósofos anteriores, sin embargo, tiende a dar paso a un Dios vivo en la tradición del pensamiento bíblico. De nuevo, con las investigaciones fenomenológicas de M. Heidegger y K. Jaspers, se vislumbra una nueva aproximación a lo trascendente, aunque ésta no sea propiamente teísta (ver existencialismo, 2, 5). Algo parecido es el esfuerzo realizado dentro del personalismo para redescubrir, mediante el uso de nuevos métodos y con distintos énfasis, a un Dios personal verdaderamente trascendente.
Ver también: movimiento, causa primera de; trascendental (kantiano); trascendentalismo; trascendentales.
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