Hay más de 91 millones de niños en edad escolar en todo el mundo que padecen obesidad, y el Reino Unido se encuentra entre los 20 países con mayores niveles de obesidad. En el Reino Unido, la tasa de obesidad infantil se duplica durante los años de la escuela primaria y vuelve a aumentar en la escuela secundaria.
Esto se debe en parte a que los adolescentes del Reino Unido consumen dietas de mala calidad, bajas en nutrientes y con un alto contenido de alimentos procesados. De hecho, las chicas de Inglaterra no reciben los nutrientes esenciales necesarios para la reproducción y la buena salud en general (vitamina A, folato, hierro). Y los jóvenes también suelen tener un bajo nivel de al menos cinco micronutrientes necesarios para el desarrollo, la inmunidad, el estado de ánimo y los niveles de energía.
Los adolescentes del Reino Unido también consumen la mayor cantidad de azúcares añadidos y bebidas azucaradas en comparación con todos los demás grupos de edad. Los adolescentes también consumen la mayor cantidad de productos de cereales para el desayuno (que también se sabe que están llenos de azúcar), y productos de confitería. Y sólo el 4% de los adolescentes del Reino Unido cumple las recomendaciones diarias de fibra. Esto es preocupante, ya que la fibra dietética se asocia con un menor riesgo de enfermedades cardíacas, diabetes de tipo 2 y cáncer. Además, los jóvenes sólo comen alrededor de dos raciones y media de las cinco recomendadas al día de fruta y verdura.
Las investigaciones también demuestran que los adolescentes de entornos desfavorecidos consumen menos micronutrientes y fibra que sus compañeros más acomodados. Y los resultados del grupo de expertos de la Fundación de la Alimentación muestran que casi 4 millones de niños en el Reino Unido viven en hogares que tienen dificultades para comprar suficiente fruta, verdura, pescado y otros alimentos saludables para cumplir las directrices oficiales de nutrición.
Este tipo de patrones dietéticos no sólo puede tener consecuencias negativas en la salud física de los adolescentes, sino que también puede afectar a su salud mental. Las investigaciones demuestran que los adolescentes desnutridos tienen menos probabilidades de desarrollar su potencial en la escuela y son más propensos a sufrir una mala salud mental.
¿Por qué las malas elecciones?
Pero los cambios cerebrales que se producen con la pubertad coinciden con la transición a la escuela secundaria y estos cambios pueden influir en las actitudes y los comportamientos en todos los ámbitos, incluida la alimentación saludable. El deseo de encajar es muy fuerte, y el hecho de que les guste la comida sana puede ser visto por los adolescentes como algo «poco cool». Los jóvenes también dan gran importancia al tiempo social dentro de la jornada escolar. Y muchos adolescentes describen el comedor escolar como un lugar intimidante, con malas opciones de comida y profesores rondando, lo que lo convierte en un lugar que prefieren evitar. También suele haber largas colas y falta de privacidad en los comedores escolares, lo que puede llevar a los adolescentes a saltarse el almuerzo y a obtener la mayor parte de su energía en el recreo de la mañana o al final de la jornada escolar en los puntos de venta de comida locales.
También existe el problema más amplio de que la política de alimentación escolar no ha conseguido mantener una nutrición de calidad, especialmente en los centros de secundaria. Los investigadores de la Fundación Jamie Oliver se mostraron alarmados al descubrir que muchas escuelas siguen sirviendo alimentos con alto contenido en grasas y azúcares durante el recreo y el almuerzo, como empanadas, pizza, donuts, magdalenas y galletas, a menudo en grandes porciones. Esto ocurre a pesar de que Oliver ha hecho una campaña incansable durante la última década para cambiar los hábitos alimentarios del país, después de que Jamie’s School Dinners saliera al aire en 2005 para revelar los terribles niveles de la comida escolar en el Reino Unido. Desde entonces, Oliver ha afirmado que su empeño en mejorar la nutrición de los niños no ha funcionado porque comer bien sigue considerándose una preocupación «elegante y de clase media».
La falta de continuidad entre los sucesivos gobiernos y la escasa coherencia en la evaluación de las normas alimentarias escolares también pueden ser culpables. De hecho, el actual plan de alimentación escolar -que proporciona orientación práctica y específica sobre los tipos de alimentos y bebidas que las escuelas deben y no deben ofrecer- no ha sido evaluado desde 2013. Y aunque es un requisito para las escuelas seguir este plan, en realidad puede haber una gran diferencia en la forma en que las escuelas alimentan a sus hijos.
Es hora de actuar
Las investigaciones muestran que los hábitos alimenticios que las personas adquieren en su juventud tienden a seguir en la edad adulta, lo que hace que los años de la adolescencia sean una etapa importante para comenzar a formar hábitos saludables. Por ello, en lugar de hacer recaer toda la responsabilidad de la elección de alimentos en los adolescentes, hay que hacer más para que los jóvenes puedan tomar decisiones más saludables.
Esto puede incluir la consulta con los alumnos para que participen en la toma de decisiones sobre el entorno del comedor y una mejor educación alimentaria. También se ha demostrado que reducir las opciones y racionalizar los menús mejora la elección de alimentos más saludables. Aunque para mejorar la salud de los adolescentes de forma sostenida, también hay que estudiar cuestiones más amplias como la publicidad de los alimentos y el desarrollo de los mismos.
Pero, por supuesto, no todo depende de las escuelas, los padres también pueden ayudar enormemente creando un entorno doméstico que favorezca una alimentación saludable. En este caso, la paciencia es imprescindible y la comodidad es clave: ofréceles zanahorias o fruta picada cuando tengan hambre al entrar por la puerta después del colegio. Y dé el ejemplo: diviértase probando nuevas frutas o verduras y ayude a los niños a reconocer que alimentarse con alimentos nutritivos influye en cómo nos sentimos, pensamos, nos vemos y rendimos.