Empecé. Tenía dudas, pero seguí el consejo. Pasé tiempo escribiendo y pronunciando estas sencillas frases. Muy pronto incluso empecé a creerlas.
Tendemos a creer las cosas que nos decimos a nosotros mismos, sean ciertas o no. Como dice Byron Katie en su libro -honestamente alucinante- Amar lo que es, «la realidad es siempre más amable que las historias que nos contamos sobre ella». Si nos decimos a nosotros mismos que no somos lo suficientemente inteligentes, buenos, bonitos – inserta lo que quieras aquí – entonces lo creeremos y lo encarnaremos.
Al pasar tiempo todos los días escribiendo y diciendo las cosas positivas que quería que fueran ciertas empecé a creer esas cosas por encima de las creencias negativas que tenía. Y ¿quién no quiere decirse cosas buenas a sí mismo, después de todo, no soñaríamos con hablarle a nadie más de la manera en que nos hablamos a nosotros mismos? Así que vamos a reconstruir esta forma de pensar.
Cuando escribo estas afirmaciones, me reviso a mí mismo. Tengo que conectar con mis sueños e inseguridades más profundas cada día. Siempre sé a qué atenerme. Decido si tengo que modificar mis afirmaciones, descartarlas o añadir otras nuevas.
Trabajo para recablear mi cerebro con esta perspectiva positiva y optimista cada día. Seis meses después, está dando sus frutos.
Ahora, cuando me ocurren cosas negativas, lo primero que pienso no es que me joda, sino qué puedo hacer diferente la próxima vez, cómo puedo aprender. Mi cerebro ha aprendido a no ver el mundo, el universo y todo lo que hay en él como algo que está en mi contra, sino que, por el contrario, todo está trabajando para mí.
Eso me lleva al siguiente punto – y quédate conmigo. Junto con todo el trabajo consciente que pongo para tener éxito, al escribir y hablar mis afirmaciones todos los días (no puedo enfatizar esto lo suficiente) le digo al universo lo que quiero también. Y sabes que si el universo sabe lo que quieres es más probable que te lo dé.
Por ejemplo, una de mis afirmaciones ha sido que ya no me retengo poniendo excusas y hablando negativamente de mí mismo.
Me decía a mí mismo varias veces al día por qué no podía hacer nada, así que nunca lo hacía. No publicaba nada, no me acercaba a nuevos clientes, no me exponía. Pero después de escribir y hablar esto diariamente durante un mes ya no me retengo. He publicado algo, me he acercado a nuevos clientes y los he conseguido, y me he dado a conocer.