Señor,
He leído recientemente con interés el caso de ahorcamiento de una cuna mecedora indígena comunicado por Saha et al. Me gustaría señalar, sin embargo, algunas cuestiones de lenguaje que tienen implicaciones en los mecanismos de la muerte y en los conceptos fisiopatológicos.
En primer lugar, la estrangulación no debe utilizarse como sinónimo de ahorcamiento. La estrangulación se define como asfixia por cierre de los vasos sanguíneos y/o de las vías respiratorias del cuello como resultado de una presión externa sobre el cuello. Se subdivide en tres categorías principales: ahorcamiento, estrangulación con ligaduras y estrangulación manual. La distinción entre estas tres entidades se atribuye a la causa de la presión externa sobre el cuello: una banda constrictora apretada por el peso gravitatorio del cuerpo o de una parte del cuerpo (ahorcamiento); una banda constrictora apretada por una fuerza distinta del peso del cuerpo (estrangulación por ligadura); o una presión externa ejercida por las manos, los antebrazos u otras extremidades (estrangulación manual). Siendo la estrangulación un término impreciso, el uso del término ahorcamiento habría sido preferible en el caso presentado por Saha et al.
En segundo lugar, se reconocen dos tipos de ahorcamiento – ahorcamiento con suspensión libre completa del cuerpo (ahorcamiento completo); y ahorcamiento con suspensión incompleta, con parte del cuerpo soportando el peso de la víctima (ahorcamiento incompleto o parcial). Saha et al. describen su caso como el de un ahorcamiento parcial; mientras que en la Figura 3 de su artículo, los pies del niño están en suspensión libre sobre el suelo.
En tercer lugar, y más importante, el ahorcamiento con caída de altura no es una forma típica de ahorcamiento y no es un subtipo de estrangulación. De hecho, los ahorcamientos después de saltar o ser empujado desde una altura (incluyendo el ahorcamiento judicial) son de naturaleza muy diferente a los ahorcamientos típicos. La muerte en estos casos está relacionada con la fractura-dislocación de las vértebras cervicales superiores y no por asfixia. Esta confusión explica los siguientes comentarios en el informe de Saha et al: «Las lesiones de la médula espinal son infrecuentes en la estrangulación pediátrica». De hecho, las lesiones de la médula espinal son prácticamente inexistentes en el ahorcamiento y la estrangulación, mientras que son las lesiones más frecuentes en el ahorcamiento con caída de altura.
Cuando se utiliza adecuadamente el término ahorcamiento, con la exclusión de la caída de altura, sólo se han propuesto tres posibles mecanismos de muerte: el cierre de los vasos sanguíneos del cuello; la compresión de las vías respiratorias; y la inhibición vagal por presión sobre los barorreceptores del seno carotídeo y el cuerpo carotídeo. Estudios recientes de ahorcamientos filmados por el Grupo de Trabajo sobre Asfixia Humana han demostrado claramente que, en todos los casos, los movimientos respiratorios abdominales rítmicos profundos no sólo se visualizaban sino que también eran audibles. Estos estudios cuestionan la teoría de la obstrucción de las vías respiratorias. Además, el análisis de la secuencia agónica presenciada está más a favor de la hipótesis de que la muerte fue causada por la compresión de los vasos sanguíneos que por la inhibición vagal.