En ocasiones, los padres se refieren a la rabieta de un niño como una «crisis».
Sin embargo, la definición real de ésta es bastante diferente.
Una crisis autista se caracteriza por una respuesta intensa a una situación abrumadora en la que el individuo es incapaz de mostrar control.
Puede dar lugar a llantos, gritos, patadas, mordiscos y otros comportamientos verbales o físicos negativos.
¿Qué aspecto tiene una crisis?
Una crisis autista es más emocional, prolongada y más difícil de manejar que una típica «rabieta».
Se diferencian en muchos aspectos, sobre todo porque pueden ocurrir por una gran variedad de razones.
Sin embargo, a menudo pueden predecirse con antelación.
Las rabietas autistas pueden caracterizarse de las siguientes maneras:
Sin propósito
Una rabieta es a menudo una estratagema manipuladora que un niño ha aprendido que puede asegurar lo que quiere si grita, chilla y llora.
Una rabieta, en cambio, no tiene la intención subyacente de obtener nada de una situación y, en su lugar, los gritos provienen de un lugar de genuino malestar y angustia.
Sin edad
Las rabietas autistas no son exhibidas únicamente por niños pequeños, que es el caso de una rabieta típica.
Los niños, los adolescentes y los adultos a los que se les ha diagnosticado autismo pueden sufrir una crisis en cualquier momento.
Incluso el adulto con autismo de más alto funcionamiento puede experimentar una crisis si está expuesto a altos niveles de estrés.
Predecible
A diferencia de una rabieta, que la mayoría de los padres están de acuerdo en que surge de la nada, una crisis autista suele ir precedida de distintos indicadores de angustia.
Se denominan «estruendos», y pueden ser obvios o sutiles.
Un ejemplo podría ser cuando un individuo se vuelve menos receptivo, está visiblemente incómodo y pide que lo dejen solo.
Alternativamente, podría haber signos físicos menos discretos, como ponerse las manos sobre las orejas, especialmente en un entorno sensorial abrumador.
Estímulos
Los ruidos a veces pueden incluir, o convertirse, en estímulos, que es la abreviatura de comportamiento autoestimulante.
También se denomina a veces comportamiento «estereotípico».
Puede presentarse a través de balanceos, paseos, aleteo de manos, giros, chasquidos de dedos o repetición de palabras.
Estas técnicas se utilizan para calmarse en un intento de regular su ansiedad o controlar su entrada sensorial.
Típicamente, cuando se exhiben estos signos, es un indicador de que el individuo se siente abrumado y estresado y podría dirigirse a una crisis.
Sin embargo, en algunos casos, la estimulación puede ocurrir si se sienten excitados porque esta es otra emoción que parece abrumadora y necesita ser regulada.
Cómo manejar una crisis
Si puede detectar la «etapa de estruendo» en un individuo con autismo, puede ser capaz de intervenir antes de que se convierta en una crisis incontrolable.
Los niños con autismo suelen sentirse abrumados por el exceso de luz y ruido, pero si se les retira rápidamente de esos entornos y se les da tiempo para calmarse, puede evitarse una crisis nerviosa.
Asimismo, las crisis nerviosas no siempre se producen por una sobrecarga sensorial y pueden deberse a la ansiedad, algo que padece el 42% de los niños autistas.
Las situaciones en las que se sienten especialmente ansiosos pueden desembocar en una crisis, pero con una orientación y un apoyo claros pueden evitarse.
Sin embargo, si no se puede intervenir a tiempo y la situación no se resuelve, la crisis es inevitable.
La naturaleza abrumadora de la situación puede dar lugar a toda una serie de respuestas, desde gritos hasta pisotones.
Sin embargo, también puede llevar a comportamientos que son más preocupantes, como autolesionarse y ser violento.
No sólo es un momento aterrador para el individuo, sino también para los que le rodean.
Ocasionalmente, un escenario puede volverse peligroso si no se puede restringir físicamente.
Una vez que una crisis está en curso, puede ser difícil de manejar.
Dicho esto, la seguridad de una persona, y los que le rodean, debe ser de suma importancia.
Trasladarlos a un espacio tranquilo y calmado se recomienda en estas situaciones para que estén lejos de daño.
También presenta una oportunidad para regular las emociones después.
Durante esos momentos, puede ser difícil mantener la calma si se está cuidando a la persona que está sufriendo una crisis.
Sin embargo, es importante recordar siempre que esta situación está fuera de su control.
Se debe tratar a la persona con respeto, empatía y comprensión en todo momento y se debe tomar tiempo después para hablar sobre lo que ha sucedido.
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