Formas terrestres de las costas deposicionales
Las costas adyacentes al borde de arrastre de las placas litosféricas tienden a tener extensas llanuras costeras y un bajo relieve. Las costas del Atlántico y del Golfo de Estados Unidos son representativas. Estas costas pueden tener numerosos estuarios y lagunas con islas de barrera o pueden desarrollar deltas fluviales. Se caracterizan por la acumulación de una amplia gama de tipos de sedimentos y por la gran variedad de ambientes costeros. El sedimento está dominado por el lodo y la arena; sin embargo, puede haber algo de grava, especialmente en forma de material de concha.
Las costas deposicionales pueden experimentar erosión en determinados momentos y lugares debido a factores como las tormentas, el agotamiento del suministro de sedimentos y el aumento del nivel del mar. Este último es un problema continuo a medida que la temperatura media anual de la Tierra aumenta y los casquetes polares se derriten. No obstante, la tendencia general a largo plazo a lo largo de estas costas es la de la deposición de sedimentos.
Todos los procesos comentados al principio de esta sección están presentes en las costas de deposición. Las olas, las corrientes generadas por las olas y las mareas influyen significativamente en el desarrollo de las formas terrestres de depósito. En general, las olas ejercen una energía que se distribuye a lo largo de la costa de forma esencialmente paralela a ella. Esto lo consiguen las propias olas al golpear la costa y también las corrientes litorales que se mueven a lo largo de ella. En cambio, las mareas tienden a ejercer su influencia de forma perpendicular a la costa al inundar y refluir. El resultado es que las formas terrestres que se desarrollan a lo largo de algunas costas se deben principalmente a los procesos de las olas, mientras que en otras costas pueden deberse principalmente a los procesos de las mareas. Algunas costas son el resultado de un equilibrio casi igual entre los procesos de las mareas y de las olas. En consecuencia, los investigadores hablan de costas dominadas por las olas, costas dominadas por las mareas y costas mixtas.
Una costa dominada por las olas es aquella que se caracteriza por playas de arena bien desarrolladas, formadas normalmente en largas islas de barrera con unas pocas ensenadas de marea muy espaciadas. Las islas de barrera suelen ser estrechas y de poca altura. El transporte marítimo es amplio y las ensenadas suelen ser pequeñas e inestables. Se suelen colocar espigones a lo largo de las bocas de las ensenadas para estabilizarlas y mantenerlas abiertas a la navegación. Las costas de Texas y Carolina del Norte en Estados Unidos son excelentes ejemplos de este tipo de costa.
Las costas dominadas por las mareas no están tan extendidas como las dominadas por las olas. Tienden a desarrollarse donde la amplitud de las mareas es alta o donde la energía de las olas es baja. El resultado es una morfología costera dominada por embalses en forma de embudo y largos cuerpos de sedimentos orientados esencialmente de forma perpendicular a la tendencia general de la costa. Las llanuras mareales, las marismas y las calas de marea son extensas. La costa occidental alemana del Mar del Norte es un buen ejemplo de este tipo de costa.
Las costas mixtas son aquellas en las que los procesos de las mareas y las olas ejercen una influencia considerable. Estas costas se caracterizan por tener islas de barrera cortas y numerosas ensenadas de marea. Las barreras suelen ser anchas en un extremo y estrechas en el otro. Las ensenadas son bastante estables y tienen grandes masas de sedimentos tanto en su lado de tierra como en el de mar. Las costas de Georgia y Carolina del Sur de los Estados Unidos tipifican una costa mixta.
Morfología costera general
Las costas deposicionales pueden describirse en términos de tres tipos primarios a gran escala: (1) deltas, (2) sistemas de islas de barrera/estuarios, y (3) costas de llanura de varada. Las dos últimas tienen numerosas características en común.
Deltas
Una acumulación de sedimentos en la desembocadura de un río que se extiende más allá de la tendencia de la costa adyacente se denomina delta. Los deltas varían mucho en tamaño y forma, pero todos requieren que en la desembocadura del río se depositen más sedimentos de los que pueden ser arrastrados por los procesos costeros. Un delta también requiere un lugar poco profundo para su acumulación, es decir, una plataforma continental de pendiente suave.
El tamaño de un delta suele estar relacionado con el tamaño del río, concretamente con su caudal. La forma de un delta, por otra parte, es el resultado de la interacción del río con los procesos de mareas y olas a lo largo de la costa. Una clasificación que utiliza cada uno de estos tres factores como miembros finales proporciona una buena forma de considerar la variación de la morfología de los deltas (Figura 1). Los deltas dominados por el río son aquellos en los que la energía de las corrientes de las olas y de las mareas en la costa es baja y la descarga de agua y sedimentos se ve poco afectada por ellas. El delta del Misisipi es un buen ejemplo de delta fluvial.
Las olas pueden eliminar gran parte del sedimento deltaico fino y alisar también el margen exterior de la forma del delta. Esto da lugar a un delta liso y cuspado que tiene pocos distribuidores. El delta de San Francisco, en Brasil, es un delta de este tipo. Algunos deltas dominados por las olas se ven fuertemente afectados por las corrientes litorales, y la desembocadura del río se desvía notablemente a lo largo de la costa. El delta del Senegal, en la costa occidental de África, es un ejemplo de ello.
Los deltas dominados por las mareas tienden a desarrollarse en configuraciones anchas, en forma de embudo, con largas masas de arena que se abren en abanico desde la costa. Estos cuerpos de arena están orientados con las fuertes corrientes de marea del delta. También son comunes las llanuras de marea y las marismas. El delta del Ord, en el norte de Australia, y el delta del Ganges-Brahmaputra, en Bangladesh, son representativos de este tipo de delta.