La cultura persa antigua floreció entre el reinado de Ciro II (El Grande, r. c. 550-530 a.C.), fundador del Imperio persa aqueménida, y la caída del Imperio sasánida en 651 a.C. Aun así, los cimientos de la cultura persa ya se habían establecido antes del tercer milenio a.C., cuando las tribus arias (indoiranias) emigraron a la región que llegaría a conocerse como Ariana o Irán, la tierra de los arios. Los persas fueron sólo una de estas tribus que se asentaron en el territorio de Persis (también Parsa, la actual Fars) que les daría su nombre.
Inicialmente, los persas estaban sometidos a otra tribu aria, los medos, que habían ayudado a derrocar el Imperio Asirio de Mesopotamia en el 612 a.C. y extendieron su alcance para formar su propio imperio. Los medos fueron derrocados por su vasallo Ciro el Grande en el año 550 a.C. y, con el surgimiento del Imperio Aqueménida, la cultura persa comenzó a desarrollarse plenamente. Sin embargo, hay que señalar que muchos de los avances culturales que se atribuyen a Ciro II fueron desarrollados por persas y medos anteriores (como el sistema de riego qanat, el yakhchal y la organización militar). La brillantez de Ciro II -que sería reflejada por muchos de sus sucesores- consistió en reconocer conceptos que merecían la pena y adaptarlos a gran escala.
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Su visión de un imperio inclusivo cuyos ciudadanos podían vivir y rendir culto a su antojo -siempre que pagaran sus impuestos y no causaran problemas a sus vecinos o al rey- constituyó la base de una de las culturas más vitales e influyentes del mundo antiguo. Se ha hablado mucho de la influencia griega en los persas tras la caída del Imperio aqueménida a manos de Alejandro Magno en el año 330 a.C., pero, mucho antes y mucho después de Alejandro y del Imperio helenístico seléutico que le sucedió (312-63 a.C.), la cultura persa influyó en los griegos y en muchas otras civilizaciones, y sus efectos aún resuenan en todo el mundo en la actualidad.
Religión
Las tribus arias que se asentaron en la meseta iraní y sus alrededores trajeron consigo una religión politeísta cuyo ser supremo era Ahura Mazda (Señor de la Sabiduría) con muchos otros dioses y espíritus menores bajo su dominio. Entre ellos, los más populares eran Mithra (dios de los pactos y del sol naciente), Anahita (diosa de la fertilidad, la salud, el agua y la sabiduría), Atar (dios del fuego) y Hvar Khsata (dios del sol pleno). Estas fuerzas del bien se oponían al espíritu maligno del caos. Ahura Mazda, fuente de todo bien, era invocado y adorado a través de un ritual conocido como yazna (una comida a la que se invita a la deidad). En la yazna, se preparaba una bebida llamada hauma a partir de los jugos de una planta (que no ha sido identificada) y se consumía, lo que alteraba la mente de los participantes y permitía la aprehensión de lo divino. El fuego, encendido en la yazna, era tanto un elemento sagrado en sí mismo como una manifestación de la presencia divina en forma de Atar.
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En algún momento entre 1500-1000 a.C., el profeta persa Zoroastro (también dado como Zaratustra), afirmó recibir una revelación de Ahura Mazda y predicó una nueva religión -conocida como zoroastrismo- que desarrollaba los conceptos de la religión anterior en un marco monoteísta. Zoroastro reconocía a Ahura Mazda como el ser supremo, pero afirmaba que era el único dios -que no requería de otros- enfrascado en una lucha eterna con Angra Mainyu (también dado como Ahriman), el eterno espíritu del mal.
El propósito de la vida humana era elegir a qué deidad se seguiría, y esta elección informaría y dirigiría todas las acciones de uno, así como su destino final. Aquel que eligiera a Ahura Mazda viviría una vida dedicada a Asha (verdad y orden) y se adheriría a la práctica de los Buenos Pensamientos, las Buenas Palabras y las Buenas Acciones. Aquel que eligiera a Angra Mainyu viviría una vida apegada a Druj (mentira y caos), evidente por la autoindulgencia, la falta de fe y la crueldad.
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Después de la muerte, todas las almas cruzarían el Puente Chinvat y los que habían sido justos irían a la Casa de la Canción (el paraíso) mientras que los que habían seguido el camino de Angra Mainyu caían en la Casa de la Mentira, una visión del infierno en la que uno se siente eternamente solo -sin importar cuántas otras almas estén cerca- mientras sufre diversos tormentos. En algún momento en el futuro, un mesías vendría – el Saoshyant («Uno que trae beneficio») y el tiempo lineal terminaría en el evento conocido como Frashokereti cuando todos se reunirían con Ahura Mazda en el paraíso, incluso aquellos que habían sido desviados por el mal. Zoroastro mantuvo el ritual de la yazna y el concepto del fuego como elemento divino, sólo que ahora era una manifestación de Ahura Mazda en lugar de Atar.
Aunque los eruditos siguen debatiendo la naturaleza precisa del zoroastrismo, el Avesta (escritura zoroastriana) sugiere firmemente que se trata de una religión monoteísta cuyas características dualistas fueron exageradas más tarde en un movimiento conocido como zorvanismo (popular durante el Imperio sasánida, 224-615 EC). El zoroastrismo, con su enfoque en un ser único, increado y supremo, la importancia del libre albedrío humano y la elección para vivir una buena vida, el juicio después de la muerte, un mesías y la cuenta final al final de los tiempos, se convertiría en elementos importantes de las religiones posteriores del judaísmo, el cristianismo y el islam, e influiría aún en otras creencias.
No está claro hasta qué punto, si es que lo está, el zoroastrismo influyó en Ciro el Grande, ya que sus inscripciones en las que se menciona a Ahura Mazda podrían referirse tanto a la antigua religión como a la nueva. Lo mismo podría decirse de los gobernantes aqueménidas posteriores en diferentes épocas, aunque parece que Darío I (el Grande, r. 522-486 a.C.) y Jerjes I (r. 486-465 a.C.) eran zoroastrianos. La jerarquía social de la cultura persa se basaba en las creencias religiosas, con el rey en la cúspide y todos los demás a continuación, ya que se consideraba que el rey había sido designado divinamente. El erudito Homa Katouzian explica:
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Incluso si era el primer hijo del anterior, que a menudo no lo era, la legitimidad fundamental no se debía a ese hecho ni siquiera a su pertenencia a la dinastía gobernante: procedía directamente de Dios, de su Gracia o Efulgencia Divina, llamada Farrah en persa medio y farr en persa nuevo… los reyes persas no obtenían su legitimidad de una clase aristocrática y/o sacerdotal, sino directamente de Dios al poseer la farr o gracia divina. (5)
Un rey (shah) era apoyado sólo mientras poseía el farr y, cuando un rey era depuesto, se pensaba que había perdido el favor de Dios. Mientras gobernaba, sin embargo, era apoyado (al menos en teoría) por la jerarquía social que corría, de arriba a abajo:
- El rey y la familia real
- Los sacerdotes (magos)
- Los nobles (aristócratas y sátrapas)
- Los comandantes militares y las fuerzas de élite (como los inmortales persas)
- Los mercaderes
- Los artesanos y los trabajadores
- Los campesinos
- Los esclavos
Dentro de cada clase, también había jerarquías. Después del rey venía la madre del rey y luego la reina (madre del sucesor elegido por el rey), seguidos por los hijos del rey, luego las hijas, luego los hermanos y hermanas y en último lugar los demás parientes. En la clase sacerdotal, había un sumo sacerdote y luego sacerdotes menores y el mismo paradigma se aplicaba hasta los esclavos, ya que había algunos esclavos que supervisaban a otros.
Los hombres y las mujeres solían trabajar en los mismos puestos y las mujeres eran muy respetadas. La diosa Anahita, que no sólo presidía la fertilidad y la salud, sino también el agua -el elemento vital que da la vida- y la sabiduría -la capacidad de discernir correctamente al hacer cualquier elección- es una prueba temprana de ello. Los detalles sobre las funciones, los trabajos y el trato general de las mujeres provienen de los propios persas a través de los llamados Textos de Fortificación y Tesorería encontrados en Persépolis, la capital del imperio encargada por Darío I, que enumeran las raciones, los pagos y los títulos de los trabajos, entre otra información.
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Las mujeres ejercían de supervisoras y, especialmente las más hábiles y poderosas, ostentaban el título de arashshara (gran jefe). Las artesanas y los artesanos a menudo supervisaban los talleres que creaban bienes no sólo para el uso diario sino para el comercio. Se les pagaba lo mismo que a sus homólogos masculinos, como demuestran las declaraciones que muestran las mismas raciones de grano y vino para los trabajadores femeninos y masculinos. Las mujeres embarazadas y las que habían dado a luz recientemente recibían una paga mayor y, si una mujer daba a luz a un hijo, era recompensada (al igual que el médico que la atendía) con raciones extra durante un mes, pero ésta es la única discrepancia en la paga entre los sexos. Las mujeres podían ser propietarias de tierras, dirigir negocios e incluso hay pruebas de que las mujeres servían en el ejército.
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Trabajos & Economía
El rey era la máxima autoridad y el responsable de dirigir el gobierno persa, iniciar diversas reformas y supervisar las campañas militares. Estaba asistido por los magos, los miembros de su familia y los nobles que le aconsejaban. Los magos se encargaban de los rituales religiosos, la adivinación y la banca. A diferencia de Mesopotamia o Egipto, que levantaron grandes templos a sus dioses, los persas creían que lo divino debía ser reconocido y adorado fuera de las puertas del mundo natural, por lo que construyeron altares en los que se encendía el fuego sagrado y se hacían sacrificios.
Sin embargo, se observó el concepto de una burocracia en el templo, con un sumo sacerdote que empleaba a sacerdotes menores y, eventualmente, asumía el papel de banqueros. Los magos ofrecían préstamos con un tipo de interés del 20 por ciento, pero podían, y de hecho lo hacían, renunciar a los intereses en varias ocasiones por cualquier motivo. Las casas, las tierras, el ganado, los negocios y los esclavos podían comprarse a crédito ofrecido por los sacerdotes, que esperaban un retorno de su inversión.
Los sátrapas (gobernadores) eran los representantes del rey en las provincias (satrapías) del imperio. Mientras complacieran al rey, reinaban de por vida y vivían bien en sus propios palacios con su propio séquito. Cada sátrapa debía imponer y recaudar impuestos, así como reclutar soldados para las campañas militares en las que también debían participar. Los sátrapas eran, por tanto, una clase indistinguible de los comandantes militares en muchos casos.
Los mercaderes -que podían ser hombres o mujeres- se dedicaban al comercio a corta y larga distancia, a la vez que supervisaban la producción y la adquisición de materias primas. Los mercaderes que tenían éxito podían llegar a ser bastante ricos, y las mujeres mercaderes eran tan libres de gastar su dinero a su antojo como los hombres. Los artesanos, de importancia fundamental para el comerciante y para muchos otros, se dedicaban a diversas ocupaciones, desde la escultura de relieves en casas, edificios y palacios, hasta la elaboración de estatuas, la creación de joyas, la forja de armas y armaduras, la fabricación de aperos para los caballos y el suministro de platos, jarras y cuencos. Los artesanos también podían ser artistas, como músicos, bailarines y mimos.
Los campesinos eran, como de costumbre, la columna vertebral de la economía, ya que eran en su mayoría agricultores y trabajadores cualificados o no cualificados. Sin embargo, la clase campesina no se consideraba en absoluto inferior y podía incluso poseer su propia tierra (algo que ni siquiera los campesinos de una cultura tan avanzada como la del antiguo Egipto podían hacer). Los campesinos se dedicaban a la agricultura o al pastoreo de ovejas, cabras y ganado, y también trabajaban en los proyectos de construcción del rey. Cuando eran llamados por el sátrapa, los campesinos participaban en la guerra persa, bien como soldados, bien como mozos de equipaje, cocineros o en otras funciones de apoyo.
En la cultura persa, los esclavos recibían el mismo trato que los sirvientes pagados en otros lugares. Los esclavos no podían ser golpeados ni asesinados indiscriminadamente, y Darío I, de hecho, estableció por ley que el amo que maltratara a un esclavo estaba sujeto a las mismas penas que si una persona libre hubiera sido herida. Los esclavos recibían una compensación por su trabajo, alojamiento y ropa, y vivían mejor bajo los persas, ya fueran aqueménidas o sasánidas, que los esclavos de cualquier otro lugar del mundo antiguo.
La economía se basaba en la agricultura y los cultivos que se cultivaban y comercializaban incluían la cebada, las lentejas, las judías, los higos, las uvas, las semillas de sésamo y el lino. El comercio se llevaba a cabo de un extremo a otro de los imperios aqueménida y sasánida, aproximadamente desde las fronteras de la actual India hasta la costa de Turquía y a través del Levante y Egipto. Bajo el mandato de Darío I, se construyó una red de carreteras que facilitó el comercio y también floreció el comercio marítimo. Darío I incluso construyó un canal en Egipto (c. 500 a.C.) que conectaba el río Nilo con el Mar Rojo para mejorar aún más el comercio (aunque varios historiadores griegos afirman que el canal nunca se completó).
Las numerosas naciones súbditas podían comerciar con confianza entre sí porque todas operaban bajo un único gobierno que garantizaba prácticas comerciales justas, pesos y medidas estándar y protección contra los ladrones. Darío I también estandarizó la moneda en todo el imperio en forma de dárico. Las naciones sometidas acuñaron sus propias monedas y utilizaron sus propios sistemas monetarios, pero éstos se ajustaron al valor del dárico persa.
Deportes &Ocio
Los logros deportivos eran especialmente importantes para los persas, que disfrutaban del tiro con arco, el boxeo, la esgrima, la equitación, la caza, el polo, el lanzamiento de jabalina, la natación y la lucha. Los hijos de los nobles eran entrenados para el servicio militar desde la edad de cinco años y se les animaba a destacar en todos estos deportes, pero se esperaba que las chicas y los chicos de todas las clases participaran por igual y se mantuvieran en forma. No está claro cuándo desarrollaron los persas el deporte del polo, pero fue en algún momento anterior al año 330 a.C., ya que se dice que los representantes de Darío III regalaron a Alejandro Magno un mazo de polo tras su victoria.
En su tiempo libre, cuando no participaban o veían eventos deportivos, los persas disfrutaban de los juegos de mesa, los banquetes (que incluían el consumo de importantes cantidades de vino), la música, la mímica, la danza y, sobre todo, la narración de cuentos. La mímica era una forma popular de entretenimiento porque combinaba elementos de la danza para presentar dramáticamente una historia. Las historias más populares estaban protagonizadas por héroes épicos como los del posterior Shahnameh (Libro de los Reyes) escrito por Abolqasem Ferdowsi a finales del siglo X de nuestra era o los cuentos que componen las famosas Mil y una noches (conocidas popularmente como Las mil y una noches). Ambas obras se basan en una larga tradición oral de narración persa. Las Mil y una noches se basan en la obra persa anterior Mil cuentos, que se escribió durante el periodo sasánida, pero que refleja una historia oral mucho más antigua.
Avances culturales
Entre los muchos inventos de los persas se encuentran los juegos de mesa, el backgammon y el ajedrez (aunque el origen persa del ajedrez ha sido cuestionado en repetidas ocasiones). También inventaron el instrumento musical conocido como cartar (popularmente conocido como alquitrán) y el sestar, precursor de la guitarra actual, y desarrollaron el arte del mimo porque los mimos podían contar una historia en cualquiera de las naciones sujetas sin preocuparse de las barreras lingüísticas. Un mimo persa podía actuar con la misma facilidad en Egipto que en Bactriana.
Como parte de su entretenimiento en los banquetes, los persas también parecen haber inventado el arte de la animación, como lo demuestra una copa que, cuando se gira rápidamente, muestra una cabra saltando para comer las hojas de un árbol. Para su comodidad mientras comían o se relajaban en sus casas, se creó la alfombra persa y la tradición del postre después de la comida también es una innovación persa. Para tener bebidas frías y hielo durante la comida o después de ella, los persas desarrollaron los primeros frigoríficos, el yakhchal, una estructura alta, de cerámica y con forma de cúpula, con un espacio de almacenamiento subterráneo que producía hielo y mantenía los alimentos fríos.
Los cultivos que proporcionaban esos alimentos, y mantenían la estabilidad de la economía, se regaban mediante un sistema conocido como qanat, un canal inclinado en la tierra con pozos verticales a intervalos que llevaban las aguas subterráneas al nivel del suelo. El qanat también se utilizaba en la creación de elaborados jardines que adornaban los terrenos de los palacios y las casas particulares. Estos magníficos jardines eran conocidos como pairi-daeza; el origen del concepto y la palabra paraíso en español.
La enorme extensión del imperio y las diferentes ciudades (Babilonia, Susa, Ecbatana, Persépolis) utilizadas como importantes centros administrativos habían hecho necesario el sistema de carreteras de Darío I para una rápida comunicación y esto dio lugar a otro invento persa: el servicio postal. El sistema postal persa, de hecho, ha servido de modelo para otros a lo largo de la historia y hasta nuestros días. El lema del servicio postal de los Estados Unidos de América procede de la descripción que hace Heródoto de los mensajeros persas.
Los persas también inventaron el ácido sulfúrico, sus propios alfabetos y desarrollaron el oficio de la perfumería, así como el concepto de hospital. El posterior polímata persa Avicena (l. c. 980-1037 d.C.) impulsaría las artes medicinales a través de su Canon de Medicina y el matemático Al-Khwarizmi (l. c. 780 – c. 850 d.C.) inventó el álgebra. Según algunas interpretaciones, Ciro el Grande también estableció el primer documento escrito relativo a los derechos humanos a través del Cilindro de Ciro, que ordenaba la tolerancia de las creencias de los demás en todo el imperio.
La creencia de Ciro en la importancia de aceptar y acoger a los demás, fomentó una cultura basada en el reconocimiento y la apreciación de las diferentes creencias, costumbres y valores. Heródoto señaló que «los persas adoptan más costumbres extranjeras que nadie» (I.135) y su observación se confirma en la práctica persa de adaptar los mejores aspectos de otras culturas para su propio uso y mejorarlos. Tras la caída del imperio persa sasánida a manos de los árabes musulmanes invasores en el año 651 de la era cristiana, la cultura persa se extendió a otras regiones y luego, a través del comercio por rutas como la de la seda, hacia Occidente. Desde la antigüedad hasta la actualidad, la cultura, los inventos y las innovaciones persas han influido, y siguen haciéndolo, en la vida de personas de todo el mundo.