El tema de hoy es cómo ser más productivo a través de la autoconversación.
Thomas es problemático. Desde su más reciente cumpleaños, es el hijo del genio cibernético de Europa, de 16 años. Y está descubriendo que tener un coeficiente intelectual de 420 no ayuda ni un poco cuando se trata de cuestiones emocionales como… tener el valor de invitar a alguien al baile de graduación.
Todos tenemos emociones, y las emociones controlan mucho más nuestro comportamiento de lo que normalmente nos gusta admitir. Nos enfadamos porque una gota de vino se ha derramado sobre nuestra bonita y blanca alfombra. Así que hacemos lo más lógico: gritamos y chillamos e insistimos en que nuestra vida se ha arruinado para siempre, y que será necesario hipotecar la casa para arreglar una mancha de vino tinto. Nuestros shmoopies dicen cosas como: «Bichito, estás muy alterado y siendo irracional en este momento». Y en nuestro glorioso estado emocional, sabemos que estamos siendo tan racionales como es posible. Así que gritamos a todo pulmón: «¡No, no lo estoy! Estoy siendo completamente racional».
Una semana después, tras salir del lugar feliz con paredes acolchadas, cogemos una botella de Gonzo, echamos un chorrito en la alfombra y la mancha de vino aparece en unos 13 segundos de trabajo.
Nuestra voz interior es el problema
Nuestras emociones a menudo surgen por nuestro diálogo interno. Si estás a punto de dar un discurso, probablemente te prepares mentalmente hablando contigo mismo. Algunas personas se dicen cosas como: «¡Esto va a ser un desastre total! Probablemente tartamudearé, seré incapaz de formar una frase coherente y confesaré accidentalmente al mundo que tengo un amor antinatural por los plátanos cubiertos de cordero en salsa de cereza.»
Esta pequeña charla de ánimo interna probablemente no va a ser la mejor preparación para salir al escenario.
Otras personas dicen cosas como: «¡Voy a ser el orador más impresionante, más fuerte, más rápido, más sexy y más inteligente que este grupo de actuarios haya visto nunca en un entorno profesional!»
A pesar de que el listón es bastante bajo (los actuarios no son precisamente conocidos por su excitante cartel de oradores), esta charla interna de ánimo va a lanzar a nuestro orador al escenario en un ciclón positivo de motivación, buen humor y brillo. Porque la purpurina lo hace todo mejor.
Habla en positivo
Thomas puede empezar por arreglar su autoconversación negativa. Su discurso de ánimo hasta ahora ha sido decir «Nadie querrá salir con un chico que tiene una central nuclear miniaturizada en lugar de un corazón». Puede cambiar eso por una autoconversación positiva. «Soy atractivo, inteligente, sensible, tengo un alto sentido de la integridad y brillo en la oscuridad».
El primer paso para mentalizarse es desechar la autoconversación que le hace sentir mal, en favor de la autoconversación que crea una imagen positiva de sí mismo.
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