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El oxígeno es vital para la vida ya que proporciona el combustible para todas las funciones del cuerpo. La función del corazón es bombear sangre rica en oxígeno a todas las células del cuerpo. Los vasos sanguíneos -una red de arterias, arteriolas, capilares, vénulas y venas interconectadas- proporcionan la vía por la que viaja la sangre.

Las arterias son los conductos por los que circula la sangre, siendo la mayor de ellas la aorta. La aorta se ramifica desde el corazón y se divide en muchas arterias más pequeñas, que tienen paredes musculares que ajustan su diámetro para aumentar o reducir el flujo sanguíneo a una zona concreta del cuerpo. Los capilares son vasos de paredes finas, muy ramificados, que alimentan los tejidos y recogen los desechos para llevarlos a los pulmones, el hígado o el riñón para su eliminación. Los capilares desembocan en las vénulas, que a su vez desembocan en las venas que vuelven al corazón. Las venas transportan la sangre desoxigenada a los pulmones para recoger más oxígeno, y luego vuelven al corazón una vez más.

Los cuatro tipos más comunes de enfermedades vasculares son la hipertensión arterial, la cardiopatía coronaria, el accidente cerebrovascular y la cardiopatía reumática. Otras formas son las arritmias, las enfermedades de las arterias, arteriolas y capilares, los defectos congénitos, las valvulopatías, las enfermedades de la circulación pulmonar y las enfermedades de las venas y los linfáticos. Algunos de estos trastornos son el resultado de la sobreproducción de células de los vasos sanguíneos, mientras que otros se producen por malformaciones vasculares. Otros son el resultado de la inflamación de los vasos sanguíneos o de la acumulación de una sustancia grasa llamada placa dentro de los vasos sanguíneos.