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Técnica

El término disuria se utiliza para describir la micción dolorosa, que a menudo significa una infección del tracto urinario inferior. Las molestias suelen ser descritas por el paciente como ardor, escozor o picor. El dolor que se produce al inicio de la micción o durante la misma sugiere un foco de enfermedad en la uretra, mientras que el dolor después de la micción implica una patología en la zona de la vejiga o la próstata. A veces el paciente relata una historia de dolor en la zona suprapúbica.

En los hombres, el dolor al orinar suele referirse con mayor intensidad al glande del pene, independientemente de que la localización del trastorno sea en la uretra o en la vejiga; el dolor puede persistir entre las micciones. Debe realizarse un interrogatorio específico sobre la secreción del pene, especialmente en los hombres jóvenes. Es importante preguntar por el carácter y el volumen de la secreción. La uretritis gonocócica suele presentarse con una secreción purulenta abundante, mientras que la uretritis no gonocócica suele ser mucoide y de poca cantidad. En los hombres de edad avanzada, deben hacerse preguntas específicas sobre la vacilación, la intermitencia o el esfuerzo asociados. Pregunte al paciente si se acerca al inodoro o si tarda más en empezar que antes. Estos síntomas sugieren obstrucción, un presagio común de infección, que suele producirse por el aumento de tamaño de la próstata o por una estenosis uretral.

En las mujeres con disuria, la primera pregunta debe ser si la molestia es interna o externa; además de la inflamación o infección del tracto urinario, la inflamación vaginal puede causar disuria al pasar la orina por los labios inflamados. Si la sensación es interna o suprapúbica, es más probable que el origen sea el tracto urinario; deben hacerse preguntas sobre la fiebre asociada, los escalofríos, el dolor de espalda, las náuseas, los vómitos y las infecciones previas del tracto urinario para intentar diferenciar la infección del tracto urinario superior del inferior. Si la sensación es «externa», debe sospecharse una etiología vaginal. Siempre deben hacerse preguntas sobre el flujo vaginal o el picor. La vaginitis y la infección del tracto urinario suelen coexistir, y en algunas poblaciones las infecciones vaginales son casi seis veces más frecuentes que las infecciones del tracto urinario. Hay que recordar que las mujeres no suelen ofrecer información espontánea sobre el flujo o el picor vaginal. Para ayudar a delinear la etiología de la disuria en el paciente individual, a menudo será necesario tanto un análisis de orina como un examen pélvico.

Asegúrese de la agudeza del inicio de los síntomas, así como de si hay hematuria o dolor suprapúbico asociados. Las infecciones del tracto urinario por coliformes o estafilococos suelen tener un inicio más agudo (menos de 4 días) y se asocian más a menudo con dolor suprapúbico y hematuria que las infecciones por clamidia. Las mujeres con infecciones por clamidia tienen más probabilidades de utilizar anticonceptivos orales y menos probabilidades de tener antecedentes de infección urinaria en los dos años anteriores. También se debe preguntar por los antecedentes sexuales, ya que las infecciones por clamidia son más probables en mujeres con una nueva pareja sexual. Además, una historia de una pareja sexual con uretritis o secreción reciente podría dirigir la atención hacia la clamidia o la gonorrea, que tiende a ser menos sintomática en las primeras etapas de la infección en las mujeres.

Información histórica como la inmunosupresión (diabetes mellitus, anemia de células falciformes, esteroides, etc.), infecciones en la infancia, pielonefritis aguda previa, recaídas o recidivas previas de infecciones del tracto urinario (especialmente si son más de tres), enfermedad subyacente del tracto urinario (cálculos, instrumentación previa, anomalías congénitas) o presencia de síntomas durante más de 7 días definen una población de mujeres con riesgo de pielonefritis subclínica. Esta entidad clínica de una infección del tracto superior sin los síntomas o signos habituales que la acompañan, como fiebre, escalofríos, dolor de espalda, náuseas y vómitos, es menos susceptible de recibir tratamientos cortos y tiene más probabilidades de recaer. La pielonefritis subclínica se da hasta en el 30% de las mujeres en los centros típicos de atención primaria y hasta en el 80% de las mujeres indigentes que presentan disuria.

La frecuencia urinaria debe diferenciarse de la poliuria, que se refiere específicamente al paso de un volumen anormalmente grande de orina en un período de tiempo relativamente corto. La frecuencia de la micción normal puede variar considerablemente de un individuo a otro en función de los rasgos de personalidad, la capacidad de la vejiga o los hábitos de consumo de alcohol. Debido a este hecho, a veces es difícil obtener un historial de frecuencia. Sin embargo, los cambios en el patrón de frecuencia o los antecedentes de micción más de una vez por la noche después de retirarse son indicios de patología urinaria. Pregunte por el volumen y los tiempos de vaciado, ya que una gran capacidad de la vejiga puede ocultar un aumento de la producción de orina. La frecuencia suele acompañar a la disuria asociada a las infecciones del tracto urinario, pero es menos frecuente en las vaginitis. Pregunte también por la periodicidad de los síntomas, ya que la polaquiuria diurna sin nicturia, o la polaquiuria que dura sólo unas horas, sugiere tensión nerviosa o una causa psiquiátrica.

La polaquiuria puede ocurrir con o sin vaciado y frecuentemente culmina en incontinencia. Con una inflamación grave del tracto urinario inferior, el deseo de orinar puede ser constante y sólo se eliminan unos pocos mililitros de orina en cada micción. La incontinencia de urgencia debe diferenciarse de los otros tipos de incontinencia, especialmente de la incontinencia de esfuerzo. La incontinencia de urgencia también suele acompañar a la disuria asociada a las infecciones del tracto urinario que a la asociada a la vaginitis.