Las caderas no mienten
La floración de las rosas es tan espectacular que podemos sentir cierta tristeza cuando se marchan. No hay necesidad de melancolía: el paso de la flor da lugar a los escaramujos. Repletos de flavonoides antioxidantes y vitamina C -una concentración mayor que la de cualquier cítrico-, estas bayas pueden defender contra el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. Su sabor ácido, parecido al de los arándanos, los hace perfectos para mermeladas y jaleas, triturados en forma de té, molidos en polvo medicinal o reducidos a un aceite esencial.
Estudios realizados con pacientes que sufren osteoartritis muestran que el consumo de polvo de escaramujo reduce la inflamación y alivia la rigidez y el dolor de las articulaciones. Como té, los escaramujos tienen beneficios similares a los de los pétalos de rosa. Pueden aliviar los resfriados y la gripe, las molestias digestivas y las infecciones del tracto urinario. Como aceite, los escaramujos promueven el crecimiento de los tejidos y la producción de colágeno, lo que los hace especialmente eficaces para tratar las quemaduras y los eczemas, así como la piel madura y envejecida.
Cultivados por primera vez en los jardines persas, utilizados para cocinar por los incas y venerados por los egipcios, poseen una belleza y un simbolismo antiguos. Sin embargo, con tan amplios beneficios para las molestias y enfermedades contemporáneas, está claro que la humilde rosa es un antídoto viable para las espinas de la vida moderna.