Así es como funciona realmente la eyaculación

La eyaculación puede parecer un glorioso desorden, tan incontrolable como una avalancha o un tren desbocado. En realidad, es una danza de corte estrechamente coreografiada: integra tres ramas diferentes del sistema nervioso, desencadena cascadas de contracciones en los músculos lisos y estriados, todo ello acompañado de la tormenta eléctrica del orgasmo. Así es como funciona.

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Retroalimentación sexual

La eyaculación es el punto final de un proceso que comienza con un toque. La piel que recubre el cuerpo y el glande del pene está llena de terminaciones nerviosas sensibles a la presión y la vibración. Acariciar esa piel envía señales al cerebro que dicen «¡hora del sexo!».

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El cerebro agrupa esas señales en la gestalt de información que está recibiendo de otras partes del cuerpo: ojos, nariz, imaginación, y si se desarrolla la excitación sexual, responde haciendo que esa piel del pene sea aún más sensible al tacto. Si se toca más, aumenta la sensibilidad, en un bucle de retroalimentación positiva que puede llegar a provocar una erupción involuntaria. Estas áreas, situadas en el hipotálamo y el cerebro medio, disparan un patrón de impulsos para coordinar la liberación de los espermatozoides de los testículos, la creación de semen, y vinculan las contracciones finales que lanzan el semen fuera del cuerpo a las sensaciones del orgasmo.

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Carga de la carga

Antes de que pueda comenzar la eyaculación, los espermatozoides tienen que ser sacados del almacén y puestos en posición. Y a pesar de las colas, todavía no pueden nadar por sí mismos.

Atención

En cambio, los músculos lisos de las paredes de los órganos reproductores masculinos se contraen en una onda coordinada. Este movimiento, similar al de una cinta transportadora, lleva masas concentradas de esperma desde el epidídimo, donde han madurado, y las vierte en la uretra, en la base del pene. Por el camino, pasan por una serie de glándulas (como las vesículas seminales y la próstata) que exprimen fluidos especializados que diluyen los espermatozoides y crean la compleja sustancia viscosa que llamamos semen.

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El semen se acumula en el extremo posterior del pene, dentro de la base de una estructura eréctil llamada cuerpo esponjoso (o en papeles más antiguos, cuerpo cavernoso uretral). El cuerpo esponjoso es el extraño de las tres estructuras eréctiles del pene: a diferencia de los dos cuerpos cavernosos que producen la erección y que corren a su lado, el cuerpo esponjoso es más blando y se ensancha en su extremo para formar el glande. Su base también se hincha ligeramente, formando una estructura llamada bulbo uretral.

La uretra se hunde en el centro del bulbo en una especie de turducken de tejidos sexuales: la uretra en el centro, el tejido eréctil que la rodea, todo ello envuelto en capas de músculo. A medida que el semen llena la uretra, la presión empieza a aumentar en el bulbo. La cinta transportadora muscular de los conductos reproductores sigue empujando más líquido hacia delante, y la vejiga evita el reflujo sellando su abertura en la uretra. (El hecho de que la vejiga se cierre es también la razón por la que la orina no sale a borbotones en el orgasmo.)

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Al no tener otro sitio al que ir, el semen infla el bulbo uretral como un globo de agua. A medida que el bulbo se hincha hasta alcanzar 2 ó 3 veces su diámetro normal, añade señales de «estoy lleno» a la mezcla erótica.

Todo el proceso -llamado emisión- ha durado unos 3 segundos, y ha ido acompañado de una creciente sensación de inevitabilidad. Ahora estamos listos para el gran final.

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Pasado el punto de no retorno

Este es el punto en el que se disparan los fajos, las cargas y las piedras. Los eufemismos son reveladores: el evento principal -la expulsión- es completamente involuntario, un reflejo ejecutado por la médula espinal, sin necesidad de entrada cerebral. Y una vez que comienza, no se puede detener.

Aviso

La señal que indica a los genitales masculinos que ha llegado el gran momento proviene de un grupo de neuronas cerca de la base de la médula espinal llamado núcleo de Onuf. Una vez desencadenadas, sus señales toman el control de los músculos de la base del pene y ponen en marcha una serie de fuertes contracciones involuntarias.

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Uno de los músculos en cuestión, el bulbospongioso (también llamado bulbocavernoso en los textos antiguos), rodea todo el bulbo uretral y la parte posterior del cuerpo esponjoso. Un segundo rodea la uretra propiamente dicha. Juntos, forman una bomba muscular que puede lanzar el semen fuera del cuerpo con una fuerza sorprendente.

Cuando llega la señal adecuada, comienza el bombeo. Ambos músculos se contraen juntos rítmicamente, aumentando la presión en el bulbo uretral en pulsos y empujando el semen a través de la uretra en chorros. A cada empuje de alta presión le sigue un breve periodo de relajación que permite que el bulbo uretral se vuelva a llenar de semen. La retroalimentación sensorial de las contracciones pulsadas enlaza (y puede intensificar) las cascadas orgásmicas del cerebro.

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El cambio de presión en el bulbo uretral es sustancial: cada contracción también crea picos de presión simpática en la sangre dentro del cuerpo esponjoso erecto. Las primeras contracciones son tan fuertes que el semen no se limita a recorrer las 5 ó 6 pulgadas de la uretra del pene hasta su abertura en el glande: los primeros chorros pueden volar uno o dos pies por el aire más allá.

Los músculos siguen a las tres o cuatro primeras contracciones fuertes con varios segundos de pulsaciones más lentas y débiles, moviendo entre 2 y 5 mililitros de semen hacia el exterior. Una vez hecho esto, al menos durante un tiempo, sólo queda la limpieza.

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Imagen superior GPS vía Flickr | CC BY 2.0; otras imágenes Henry Vandyke Carter de Anatomía de Gray (1918) vía Wikimedia

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