Uno de los primeros métodos de labranza de conservación se conoce como arado en curva de nivel. La labranza del suelo a lo largo de las suaves pendientes de un terreno de cultivo, en lugar de hacia arriba y hacia abajo, evita que la capa superior fértil sea arrastrada cuesta abajo por el agua de lluvia. Esta medida preventiva es muy importante en las zonas propensas a tormentas violentas o lluvias intensas. No sólo se mantiene la capa superior del suelo, sino que los minerales como la sal o los aditivos como los fertilizantes, los insecticidas o los agentes para el control de las malas hierbas, así como las bacterias de los desechos de los animales, no son arrastrados para contaminar las masas de agua potable.
El arado en contorno fue utilizado por primera vez por los fenicios en lo que hoy es el Líbano en algún momento del período comprendido entre el 1200 y el 900 antes de Cristo. La práctica se extendió lentamente a muchas regiones circundantes. Finalmente llegó a Europa. Sin embargo, cuando los colonos europeos llegaron al Nuevo Mundo, solían utilizar surcos rectos en lugar de arado de contorno. En la época del presidente estadounidense Thomas Jefferson (1743-1826), el arado de contorno se denominaba más bien arado horizontal. Jefferson ganó una codiciada medalla de la principal sociedad agrícola de Francia por su diseño del arado de vertedera, pero empezó a notar los inconvenientes del uso intensivo de ese instrumento. Uno de sus parientes, un agricultor políticamente activo llamado Thomas Mann Randolph, se inspiró para desarrollar una nueva técnica de arado con el fin de salvar las zonas montañosas de Virginia. En lugar de canalizar el agua hacia abajo, como las tejas del tejado de una casa, atrapaba la lluvia en pequeñas crestas de tierra levantada. Jefferson comentó una notable mejora, especificando que los surcos horizontales retenían el agua de lluvia sobrante y permitían que se evaporara de nuevo en el suelo.
Incluso después de este exitoso experimento, las versiones posteriores del arado de vertedera causaron daños en la delicada capa superficial del suelo de las grandes llanuras y praderas del Medio Oeste de Estados Unidos. Es posible que algunos agricultores no fueran plenamente conscientes de los daños causados por la erosión ni de su prevención. La falta de acceso a los equipos, a la financiación o a la formación a veces también pasó factura. La evidencia más dramática de la erosión del suelo tomó la forma de enormes tormentas de polvo y pérdidas de cosechas durante la Gran Depresión de la década de 1930. En esa época, el Servicio de Conservación del Suelo de los Estados Unidos (hoy denominado Servicio de Conservación de los Recursos Naturales) recomendó la labranza en contorno para reducir las pérdidas de cosechas y la erosión del suelo causada por las condiciones de sequía. Desde entonces, el arado en contorno y otras formas de labranza de conservación se han reinstaurado.
El arado en contorno se utiliza normalmente sólo cuando la pendiente del terreno está entre el 2 y el 10% y cuando el exceso de lluvia no suele ser un problema. Cuando no se cumplen estas condiciones, se utiliza el cultivo en franjas además del laboreo en contorno para evitar que se produzcan problemas.
Los inconvenientes del laboreo en contorno, a veces llamado agricultura en contorno, han hecho que se utilice menos que los métodos de laboreo convencionales. Una de las principales limitaciones del laboreo en contorno se debe a que aporta bolsas de tierra sin cultivar. Estos puntos desatendidos acaban desarrollando malas hierbas, que exigen un aporte extra de herbicidas. La eliminación de las malas hierbas a veces destruye los pastos circundantes, lo que a su vez deja otra oportunidad para que surja la escorrentía del agua de lluvia. Para combatir
esta posibilidad, el arado en contorno se aplica a menudo en combinación con otras técnicas de conservación del suelo, como el aterrazamiento.