NARRADOR: Verano de 1942 – justo un año después de la invasión de la Unión Soviética, Hitler ordena una ofensiva contra la gran ciudad del Volga que lleva el nombre de Stalin. A principios de agosto, las tropas de la Wehrmacht avanzan hasta los límites de la ciudad de Stalingrado.
GERHARD DENGLER: «Pensamos que si podíamos cortar Stalingrado y con ello el Volga, la guerra estaría prácticamente terminada».
NARRADOR: Día tras día, los bombarderos alemanes atacan. La ciudad parece cada vez más un páramo. A mediados de septiembre de 1942, los soldados alemanes entran en Stalingrado. Muchos creen que el enemigo está casi derrotado, que sólo es cuestión de aplastar los últimos focos de resistencia. Pero el dictador soviético está decidido. La ciudad no será tomada. Stalingrado se convierte en una fortaleza. Incluso los civiles colaboran.
RAISSA GALTSCHENKO: «Hubo un llamamiento a los soldados: No hay más tierra para nosotros más allá del Volga. Sabíamos lo que defendíamos, nuestra patria y, sobre todo, nuestra ciudad.»
NARRADOR: Hay una lucha encarnizada entre las ruinas, calle por calle, casa por casa. A veces sólo los pisos separan a los enemigos. El combate cuerpo a cuerpo es salvaje. Dura semanas.
GÜNTER SCHRÖDER: «Cuando los rusos cargaban de repente, sólo podíamos hacer una cosa: sacar nuestras palas y golpearles desde abajo y darles en la arteria principal por debajo de la cabeza».
NARRADOR: La brutal batalla se cobra cada día la vida de miles de soldados alemanes y soviéticos. A principios de noviembre, las temperaturas en Stalingrado caen a -18 grados. El Volga se congela. En las estepas nevadas no lejos de la ciudad, las tropas del Ejército Rojo se están reuniendo. Más de un millón de soldados están preparados, con órdenes de asediar al enemigo. El 19 de noviembre de 1942, atacan. Los alemanes tienen poco que oponer a una fuerza tan abrumadora. En tres días, las tropas del 6º Ejército están rodeadas. Cerca de 300.000 soldados alemanes y aliados están ahora sitiados en Stalingrado.
HANS-ERDMANN SCHÖNBECK: «Temíamos que nos hicieran lo que ya habíamos hecho a cientos de miles de rusos. Para entonces, no había esperanza de piedad por parte de ninguno de los dos bandos. Sabíamos lo que nos pasaría».
NARRADOR: Para Hitler, la batalla por Stalingrado es también una cuestión de orgullo. El 6º Ejército quiere capitular. Pero él se niega. Dejando a sus soldados a su suerte. Miles de vidas se pierden no sólo en el combate, sino también por el hambre y el frío.
GERHARD MÜNCH: «Miles de soldados yacen sin enterrar en la nieve, miles y miles. El camino los atravesaba, el viento los barría. Se rompe algo dentro de ti, que nunca puede ser curado.»
NARRADOR: El 2 de febrero de 1943, el 6º Ejército se rinde contra la voluntad de Hitler. Para el ejército soviético, el primer gran triunfo a un costo enorme. Medio millón de soldados soviéticos mueren. De los 300.000 soldados alemanes sitiados, sólo uno de cada tres sobrevive para enfrentar años de prisión. Sólo 6.000 soldados alemanes que luchan en Stalingrado hasta el amargo final vuelven a casa.